El uso de agujas para estimular los puntos y canales de acupuntura se remonta aproximadamente a 2000 años, cuando las agujas de metal se inventaron por primera vez en China. Antes de eso, se utilizaron otros métodos para estimular los puntos y canales de acupuntura, como ventosas, masajes y la aplicación de calor.
La fisioterapia moderna reconoce los beneficios terapéuticos de aplicar calor a las partes lesionadas del cuerpo como un medio para mejorar la circulación y acelerar el proceso de curación. Los fisioterapeutas aplican calor por diversos medios, incluidos paquetes de calor, terapia con láser e infrarrojos. En Asia, desde la prehistoria hasta la actualidad, la aplicación terapéutica de calor se realizaba quemando Artemisa (Artemisia vulgaris) cerca o directamente sobre la piel. La Artemisa, comúnmente conocida como moxa (o mogusha en japonés) es una hierba común que, cuando se seca, procesa y quema según los métodos tradicionales, tiene propiedades curativas especiales. Según la investigación moderna, la moxa probablemente se originó en Mongolia y se usó con fines terapéuticos antes de que se desarrollara la medicina china.
Estimular los puntos de acupuntura con moxa tiene diferentes beneficios terapéuticos que estimular los mismos puntos con agujas. Mientras que las agujas tienen un efecto armonizador sobre las energías sutiles del cuerpo y el sistema nervioso central, la moxa estimula la reparación de tejidos y órganos y mejora el funcionamiento inmunológico a través de su efecto sobre la sangre.
Moxa se puede aplicar de varias formas. En Japón durante muchos siglos, se desarrolló una técnica para quemar minúsculos "hilos" o "conos" de moxa directamente en los puntos de acupuntura sin quemar ni dejar cicatrices en la piel.
Esta técnica utiliza moxa especialmente refinada que se quema a una temperatura relativamente baja, por lo que es segura y transmite una calidad de calor muy pura y agradable en el punto de acupuntura.
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